En años de hacer filas y largas esperas en distintos bancos y organismos siempre me llamó la atención la impaciencia de los tramitantes, a veces justificada por el ritmo burocrático, otras sin excusa.
Lo interesante de esa reacción es que, si bien en un principio me molestaban los impacientes y en alguna que otra ocasión yo también lo fui, me empezó a resultar graciosa. Emulando a los adolescentes más molestos, el trajeado hombre de negocios y el albañil del overol gastado son igualados por esa bendita espera. A veces son los "nch!" del chasquido de la lengua, otras, el ruido de la ropa rozando entre dos cruces de piernas frenéticos. A los más airosos se los puede escuchar resoplar o dar zapatazos al suelo. No voy a hablar de los que hablan quejándose, buscando compañeros o cómplices, sólo de los que lo hacen susurrando. Estos últimos tienen tanta bronca que ya se les sale del cuerpo, pero aún no sienten la necesidad de hacer partícipe al prójimo. La bronca de todos ellos es consigo mismos, pero todavía no lo quieren reconocer y prefieren insultar al cajero que atiende cliente tras cliente, cara de ojete tras cara de ojete.
Esa impaciencia, especialmente en latinoamérica, tiene que ver también con la necesidad de pensar que podrían estar haciendo muchas cosas productivas con ese tiempo. Con esto me refiero a la producción desde el significado más capitalista de la palabra, haciendo plata.
Pareciera que solamente merece comprarse un auto o irse de vacaciones al exterior el que trabaja desesperadamente más de 10 horas diarias. He escuchado gente decir que no querían que le pagaran sus horas extra porque era chiquitaje, y otros que, en busca del vil metal, hacían tantas que casi no veían a sus familias. Esta esa idea de aprovechar ahora que uno es joven y tiene energía para trabajar mucho y después estar tranquilo. Y sí, cuando se tiene artrosis, osteoporosis, alzheimer, no queda otra que quedarse tranquilito en la casa. Claramente no estoy diciendo nada trascendental, la pólvora la descubrieron los chinos hace mil años.
En la vida capitalista, haciendo mierda la hermosa frase de Lennon, la vida es eso que pasa mientras estás rompiéndote el culo para poder disfrutar más tarde, cuando no puedas disfrutar.
Vivo en el mundo capitalista, pero mi vida es mía, no voy a permitir que la robe una doctrina.
Lo interesante de esa reacción es que, si bien en un principio me molestaban los impacientes y en alguna que otra ocasión yo también lo fui, me empezó a resultar graciosa. Emulando a los adolescentes más molestos, el trajeado hombre de negocios y el albañil del overol gastado son igualados por esa bendita espera. A veces son los "nch!" del chasquido de la lengua, otras, el ruido de la ropa rozando entre dos cruces de piernas frenéticos. A los más airosos se los puede escuchar resoplar o dar zapatazos al suelo. No voy a hablar de los que hablan quejándose, buscando compañeros o cómplices, sólo de los que lo hacen susurrando. Estos últimos tienen tanta bronca que ya se les sale del cuerpo, pero aún no sienten la necesidad de hacer partícipe al prójimo. La bronca de todos ellos es consigo mismos, pero todavía no lo quieren reconocer y prefieren insultar al cajero que atiende cliente tras cliente, cara de ojete tras cara de ojete.
Esa impaciencia, especialmente en latinoamérica, tiene que ver también con la necesidad de pensar que podrían estar haciendo muchas cosas productivas con ese tiempo. Con esto me refiero a la producción desde el significado más capitalista de la palabra, haciendo plata.
Pareciera que solamente merece comprarse un auto o irse de vacaciones al exterior el que trabaja desesperadamente más de 10 horas diarias. He escuchado gente decir que no querían que le pagaran sus horas extra porque era chiquitaje, y otros que, en busca del vil metal, hacían tantas que casi no veían a sus familias. Esta esa idea de aprovechar ahora que uno es joven y tiene energía para trabajar mucho y después estar tranquilo. Y sí, cuando se tiene artrosis, osteoporosis, alzheimer, no queda otra que quedarse tranquilito en la casa. Claramente no estoy diciendo nada trascendental, la pólvora la descubrieron los chinos hace mil años.
En la vida capitalista, haciendo mierda la hermosa frase de Lennon, la vida es eso que pasa mientras estás rompiéndote el culo para poder disfrutar más tarde, cuando no puedas disfrutar.
Vivo en el mundo capitalista, pero mi vida es mía, no voy a permitir que la robe una doctrina.
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