Me tienta llamarte. Me tienta mandarte un mensaje. Me tienta dejarte un papelito en la mesa. Me tienta decirle a alguien que te haga mirar acá. Me tienta dejarte un mensaje anónimo para que entres y veas ahí, al costadito, que escribí algo. Me tienta pero voy a mantener mi palabra, y voy a esperar que un impulso, la intuición o unas ganas tuyas de escribir algo hoy te hagan leerme. Ojalá llegues acá como hace tiempo. No sabía bien qué quería hacer. Sabía que algo necesitaba hacer. No por recordar, sino porque significa el inicio. Hace unos años me chupaba un huevo haber quedado afuera del mundial. Me esperaba otra cosa. Mucho más grande. Cambió mi vida. No ese día, todos desde ese día. Y sigue. Y quiero que siga. No quería ponerme a escribir algo recordando. No quería hurgar muy profundo para no flaquear. Entonces, como si el destino sí existiese, se me ocurrió leer los cientos de papelitos que me dio mi abuela hace poco. Papelitos escritos a mano o a máquina por mi abuelo.