Una vez cada tanto realmente disfruto caminar en la lluvia. Pero esta vez no fue sólo eso. Esta vez hizo frío, el agua parecía hielo. Las manos quemaban heladas, parecían dormidas por momentos. Los pies agradecían haberme puesto borcegos, siendo los que mejor la estaban pasando. Mi campera impermeable no dejaba de tirar toda el agua que repelía sobre el jean gastado, que parecía pesar más que yo mismo al nacer. La sudestada finalmente llegó. Y yo fui el agua helada, fui el viento gélido, los charcos bajo mis pies. No fue caminar en la lluvia, fue ser la lluvia congelando la piel reseca de las manos, el viento pegando en la cara dejando sentir sólo más frío. Por un rato fui la sudestada. Llevándome todo por delante, sin detenerme ante nada, sin reparar en nada. Realmente disfruté ser la sudestada. Que se venga otra tormenta, voy a estar preparado. Cada vez más.