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Mostrando entradas de junio, 2017

Vocación

Primero de todo fue la intuición. O eso que está dentro de uno que sabe que es así y no de otra manera. Al sacar una carta en el tarot por primera vez en la vida, en el libro de Crowley ponía al final una frase que era algo así como Aprender es descubrir lo que ya sabes. Actuar es demostrar que lo sabes. Enseñar es hacer saber a los demás que ellos lo saben tan bien como tú.                            Segunda señal. Después fue a través de corrientes más espirituales aún, donde con herramientas simples y volviendo al estado infantil pude desempañar un poco. Entre medio de esto, la psicología acompañó y jugó un papel importantísimo. La astrología por último me terminó de aclarar el panorama a través de la carta, haciendo evidente que mi decisión estaba tomada hace tiempo. No porque lo dijese ahí, si no porque lo tenía decidido desde un principio, sólo que era difícil. Aún así, primero de todo fue la intuición.

Exorcismo

Cuando está en lo más profundo de las vísceras es propio, más mío que nunca jamás.  Un celo severo se encargará de cuidarlo y mantenerlo a salvo, a resguardo de que pueda ser siquiera visto de reojo, hasta que un día, o muchos, necesite ser excretado, expulsado, excomulgado de este cuerpo non sancto para permitirle ser de quien quiera serlo.  Este no es más su hogar; retírese y no vuelva.
En años de hacer filas y largas esperas en distintos bancos y organismos siempre me llamó la atención la impaciencia de los tramitantes, a veces justificada por el ritmo burocrático, otras sin excusa. Lo interesante de esa reacción es que, si bien en un principio me molestaban los impacientes y en alguna que otra ocasión yo también lo fui, me empezó a resultar graciosa. Emulando a los adolescentes más molestos, el trajeado hombre de negocios y el albañil del overol gastado son igualados por esa bendita espera. A veces son los "nch!" del chasquido de la lengua, otras, el ruido de la ropa rozando entre dos cruces de piernas frenéticos. A los más airosos se los puede escuchar resoplar o dar zapatazos al suelo. No voy a hablar de los que hablan quejándose, buscando compañeros o cómplices, sólo de los que lo hacen susurrando. Estos últimos tienen tanta bronca que ya se les sale del cuerpo, pero aún no sienten la necesidad de hacer partícipe al prójimo. La bronca de todos ellos es