Y levanta la mano otra vez y lo saca de quicio. Cada vez! Se pregunta por qué esa necesidad de llamar la atención, de demostrar que sabe. Cuánta inseguridad!
Él no necesita que nadie sepa qué tantos conocimientos tiene. Le basta con saber que él lo sabe. Un sabelotodo de lo más excéntrico.
Otra pregunta de la profesora y ahí van de nuevo, siempre las mismas manos alzadas. No importa que no sepan, necesitan mostrarse como el nerd que no son. Porque en realidad lo serían, pero es triste porque ni dedicándole tanto tiempo logran retenerlo y razonarlo. A él, en cambio, todo le sale fácil. Parece hasta tan obvio a veces.
Va otra pregunta y fue el colmo. Levanta la mano, cansado de escuchar cualquier cosa, para dar fin a este tema que ya lo aburre. Porque cuando uno es así, hambriento de saber, la repetición del colegio lo cansa. Un mes con el mismo tema, aprendido ya en la primer clase.
La profesora lo ve, le pide que hable, él contesta. Concreto, redondo, sin fallas. Luego viene la felicitación.
Y después otras manos, las mismas, se alzan porque siguen sin entender. Pero ya no le molesta. No piensa en eso. Porque a veces el reconocimiento regocija, la razón ríe, y hasta el más sabelotodo aprende algo nuevo.
PD: nada que ver con el viaje. Es un texto que quedó colgado.
Él no necesita que nadie sepa qué tantos conocimientos tiene. Le basta con saber que él lo sabe. Un sabelotodo de lo más excéntrico.
Otra pregunta de la profesora y ahí van de nuevo, siempre las mismas manos alzadas. No importa que no sepan, necesitan mostrarse como el nerd que no son. Porque en realidad lo serían, pero es triste porque ni dedicándole tanto tiempo logran retenerlo y razonarlo. A él, en cambio, todo le sale fácil. Parece hasta tan obvio a veces.
Va otra pregunta y fue el colmo. Levanta la mano, cansado de escuchar cualquier cosa, para dar fin a este tema que ya lo aburre. Porque cuando uno es así, hambriento de saber, la repetición del colegio lo cansa. Un mes con el mismo tema, aprendido ya en la primer clase.
La profesora lo ve, le pide que hable, él contesta. Concreto, redondo, sin fallas. Luego viene la felicitación.
Y después otras manos, las mismas, se alzan porque siguen sin entender. Pero ya no le molesta. No piensa en eso. Porque a veces el reconocimiento regocija, la razón ríe, y hasta el más sabelotodo aprende algo nuevo.
PD: nada que ver con el viaje. Es un texto que quedó colgado.
Como profe las manos levantadas me encantan! aunque en cursos llenos de manos levantadas al principio es un caos ordenarlas y enseñarles a escucharse entre ellos... como profe me divierte ese desafío, como alumna me cansa... esa necesidad de reconocimiento todo el tiempo, de imponerse sobre el otro (porque no falta el que grita sobre la voz más débil de otro) y esas cosas me agotan, sobre todo si mis compañeros son, como yo, docentes y a diario le hablan a sus alumnos de respeto, tolerancia, diálogo, otredad, alteridad... sigo? me se de punta a punta lo que dicen y no hacen, algunos tienen demasiada teoría. Y tan poca práctica.
ResponderEliminarEl otro día hablando de no se quien, le dije a mi papá, casi sin pensar, "no hay nada peor que un soberbio con cultura general", no se a que iba, pero asocié.
Otra cosa: podemos hacer con este texto una analogía, muy tirada de los pelos, respecto al “sabelotodo que levanta la mano” representado por la colonización europea en Latinoamérica, y al “sabelotodo callado” como las culturas prehispánicas y demás. Ponele. Sí, muy tirada de los pelos. Muy.
(igual sabemos que soy el estereotipo de alumna que SIEMPRE da su opinión en clase!!!)
Si esto tiene una connotación diferente que no entendí después me contás jaja
cómo extraño eso de levantar la mano para hablar, en lugar de levantar la voz para hacerse escuchar... :S
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